En el artículo anterior dije que es mejor hacer que tu enemigo se convierta en tu amigo, que derrotarlo. Hoy quiero abundar un poco más sobre esto, pero con un ejemplo real.
Hace unos años, un amigo nos presentó a un amigo y a mí, unas amigas que vivían en una colonia de escasos recursos, donde los chicos de allá parecían pasar mucho tiempo en la calle fomentando el vandalismo. Las chicas que nos presentaron eran muy atractivas y agradables, así que mis dos amigos y yo íbamos casi todas las noches a verlas. En ese entonces, el amigo que nos la presentó no tenía coche, pero mi otro amigo y yo sí, por lo que a veces íbamos en el auto de él, y a veces en el mío. Las calles parecían algo peligrosas porque eran algo oscuras y se veían algunos vándalos andar por ellas, sin embargo, como nos movíamos en coche, no sentíamos miedo.
Eran cuatro chicas, dos eran hermanas y en casa de ellas era donde nos reuníamos todos, siendo en total siete personas, cuatro mujeres y tres hombres. El papá de las hermanas bebía mucho, pero era un papá muy buena onda con nosotros. Cuando lo vimos por primera vez pensamos que a lo mejor le molestaba que vayamos a ver a sus hijas, pero no fue así, se portó muy bien con nosotros y parecía estar de acuerdo en que vayamos.
Los enemigos se hacen presentes
Cuando ya había pasado aproximadamente un mes, nosotros ya nos llevábamos muy bien con las chicas, y pues ya saben, la coquetería entre ellas y nosotros se hacía notar. Pero, una noche, estando allá, un grupo de vándalos se acercó a la casa y nos llamó a mis amigos y a mí. Esos tipos parecían peligrosos y no sabíamos si estaban armados o no, ni sabíamos cómo pensaban, ni cómo era su sistema de creencias, aunque yo ya las deducía. Ya los habíamos visto, pero como nosotros íbamos en coche, no nos daba miedo que nos asalten. Ellos igual ya habían observado eso, y por eso es que decidieron ir a nuestro encuentro para decirnos lo que querían. En resumen, nos dijeron que esa colonia era suya, y que las mujeres eran sus vecinas y que no iban a permitir que otros chicos, de otras colonias, invadan su territorio para enamorar a las chicas del territorio de ellos. Los tipos se mostraron agresivos, pero afortunadamente supieron dialogar. Después de habernos dicho eso, propusieron una solución. Sólo había dos opciones, o aceptábamos la solución que ellos proponían, o nos sacaban a pedradas de allá. En pocas palabras, ellos nos estaban amenazando y declarando la guerra. Hasta este momento, ellos eran nuestros enemigos.
Analizando la viabilidad y el costo de la solución
Cuando preguntamos qué debíamos hacer para que ellos nos “dieran permiso” de estar en su colonia, nos dijeron que teníamos que darles una botella de licor, y que con eso, seríamos bienvenidos y nadie nos tocaría. Cuando escuché eso, me pareció una solución muy fácil y viable, aunque injusta, puesto que ellos no son dueños de la calle. Uno de mis amigos se mostró en desacuerdo, sin embargo, yo comencé a calibrarme con los vándalos (hacer rapport), y hablando casi a su estilo, les di por su lado. Les dije que comprendíamos su postura, que la colonia era de ellos (aunque realmente no es así), y que entendíamos que era invasiva nuestra presencia y mucho más el hecho de ir a ver a las chicas de allí. Les dije que dialogando nos podríamos entender, y que el caso de esta situación era que todos saliéramos beneficiados, y que no teníamos que estar en pleito cuando podríamos llegar a un acuerdo. Y así estuve hablando, dando la cara por mis amigos. Al final, les dije a los vándalos que al día siguiente tendrían su tan anhelada botella de licor, pero, que ellos tendrían que impedir que otros vándalos nos hagan daños. Así entonces, llegamos a un acuerdo y comencé a invertir la situación, comencé a hacer que nuestros enemigos se convirtieron en nuestros amigos. Terminando el diálogo, ellos se fueron, y uno de mis amigos, el que estaba en desacuerdo, estaba furioso y habló prepotentemente diciendo que ningún mugroso vándalo le va a sacar dinero para comprar una botella, y que ninguno de esos vándalos malvivientes es dueño de ninguna calle y de ninguna mujer que vive allí, y que por lo tanto, él no cooperaría con nosotros para comprar la botella. Dijo que es ciudadano, que tiene derechos y que es libre de andar por donde quiera. Lo escuchamos y le dije que es cierto que esos vándalos no son dueños de la calle, ni de las mujeres, pero habría que entender que esos tipos tienen un mapa mental diferente al de nosotros, ellos no perciben la realidad como nosotros, y que la solución que propusieron era fácil y barata. Ellos no estaban pidiendo una botella semanal, no pedían dinero, no pedían algo difícil ni caro. Yo dije, que a pesar de que ellos están mal, que a pesar de que ellos no tienen ningún derecho legal de impedirnos estar allí, ni de hablar con las mujeres, la mejor solución era hacernos amigos de ellos.
Comprendiendo al enemigo
Teníamos que entender que ellos han tenido una infancia difícil, han vivido en la pobreza, que una forma de sentirse poderosos es actuando como actúan, porque tienen muchas carencias, y que cualquiera de nosotros, en su misma situación de vida, pudiera comportarse igual o peor que ellos, así que, no hay que verlos realmente como gente que nos odia, sino como gente que expresa los síntomas de su mala vida. Además, para mí, comprar una botella era fácil y barato, y prefería darles por su lado que estar en guerra con ellos. Uno de mis amigos estuvo totalmente de acuerdo conmigo, pero el otro seguía demostrando prepotencia y superioridad respecto al nivel socioeconómico de los vándalos. Al final, mi tal amigo dijo que no daría nada y dejó de ir a ver a las chicas, o sea, rompió la amistad con ellas. ¿De qué sirvió NO perder un poco de dinero, cuando al final terminó perdiendo la amistada de ellas? Por otra parte, mi otro amigo, que era el que no tenía auto, y yo, al otro día decidimos ir a comprar la botella, llegamos, fuimos al grupo de vándalos, se la dimos y ellos quedaron felices (fue muy fácil hacer felices a un grupo de jóvenes que han tenido una vida llena de carencias). Nos quedamos un rato con ellos a platicar y echar relajo, de tal manera que no solo llegamos para cumplir nuestra parte, sino para hacer amistad. Después de lo sucedido, esos vándalos se hicieron nuestros amigos, y dijeron que se encargarían de protegernos para que ningún otro vándalo nos diga nada, que éramos bienvenidos a su colonia. La solución fue tan fácil y tan barata, que con una simple botella los hicimos felices, hicimos amistad con ellos, y mantuvimos la amistad con las chicas, mientras, que mi otro amigo, no gastó nada de dinero, pero perdió la amistad de las chicas, no regresó a esa colonia, y se perdió una potencial amistad con los vándalos. Después de todo esto, todos terminamos felices y contentos, y fue tan barato como comprar entre dos personas una barata botella de licor.
¿Qué hicimos para lograrlo?
¿Qué fue lo que sucedió en este caso? Sucedió que nos calibramos con ellos, hicimos rapport, entendimos la postura equivocada de ellos, entendimos que ellos son víctimas de su mala vida, que su actitud es síntoma de lo que han vivido, nos bajamos a su nivel, y utilizamos la inteligencia emocional para salir beneficiados todos. ¿Fomentamos el vandalismo? No, sólo nos hicimos amigos de unos vándalos. ¿Por qué no peleamos nuestros derechos ante ellos? Porque estar en pleito con ellos es más caro que una botella de licor comprada entre dos personas. ¿Por qué no dejamos de ir para que no nos molesten? Porque las chicas era muy valiosas por nosotros. Este es un ejemplo de la vida real en el que en vez de derrotar a los enemigos, hicimos que se conviertan en nuestro enemigo.
No siempre es conveniente hacernos amigo del enemigo
Ahora, ¿es siempre conveniente hacernos amigos de nuestros enemigos? No, no siempre, en algunos casos no lo es, porque la amistad con el enemigo también puede ser peligrosa para nosotros, pero, por lo general, casi siempre es conveniente y posible.
Soy un emprendedor, escritor, amante de los negocios y el desarrollo personal. Me gusta escribir, ya sea poesía, novelas o sobre ciencia. También me gustan los números. En la escuela amé las matemáticas. Me gusta tener amigos y ser sociable, considero que cada persona es un mundo lleno de cosas y maravillas por descubrir
Excelente experiencia, con algunos atenuantes, pero me pareció que el ego de los jóvenes visitantes no existe en ellos, de lo contrario hubiese sido otro el desenlace ( violencia). gracias.
Gracias por tu comentario Enrique!
Exelente.
Como dise Russel hay que especular
no actuar como el tipico humano instintivo 🙂
exelente ejemplo… una experiencia de vida se describen bien las tendencias y actitudes y sus resultados.